En el país de las maravillas

lunes, octubre 30, 2006

Just like heaven

Lunes 18 de setiembre, 7 y media de la noche. Momento de la cena, mucho calor en la casa, mucha gente en la mesa, babel frente a un guiso de pollo, chicha morada (o chicha morena) y flan. Te sentaste frente a mi, y como una aparición, hablaste en mi idioma: "Hola, soy XXXXXXXXX, y tú?". El tiempo se detuvo y el guiso de pollo se volvió eterno, mientras respondía a tus preguntas esquivando frases y risas ajenas provenientes de los 4 costados de la mesa. Tus enormes ojos, más azules que el cielo del sur, la calidéz de tu sonrisa y el sonido de tu risa me dejaron indefensa y me devolvieron la fé en la maravillosa creencia de la existencia del destino. Desde aquel momento, sentí que no necesitaba nada más en la vida que verme reflejada en ese pedazo de cielo y agua bajo tu frente.

Nos valimos de clases de español, pisco sours hechos en casa, reggaeton, pan de lata, auto-stop, pausas después del almuerzo, arroz con mariscos y camarones, el asiento trasero de una camioneta blanca, sublimes y princesas, cervezas, belle & sebastian, cafecitos con leche y sin azúcar a las 3 de la tarde, astrología, cigarros, botellas de agua, anticuchos, insectos y un postre después de la cena para estirar los pocos momentos que tuvimos juntos. Sentarme afuera con el frío de las 8 de la noche y bajo el ataque de insectos prehistóricos era un pretexto para pasar tiempo contigo. Aprender a contar del 1 al 100 y a decir "scheize", otro pretexto para verme en la claridad de tus ojos. Felizmente, y porque el destino es así, descubrí que tú también te valías de pretextos para sentarte conmigo y verte en la oscuridad de mis ojos, observando a la distancia el tráfico nocturno del km. 405.

Luego llegaron los viajes. Tú y yo de la mano en el medio de la nada, bajo el sol asesino del medio día. El eco de nuestra risa, una cueva, un descanso y un beso. Espinas en el camino y en tu mano, corazones dibujados en la tierra. Sol, mar, arena, lanchas y pelícanos. Lagunas, botes y tablas. Buses, colectivos, taxis, hoteles, restaurantes. Besos de día, noche y madrugada. Abrazos y caricias sin tiempo ni espacio.

Un año más de vida y tu sonrisa como el mejor regalo. "Pide un deseo". Guardé para mí el deseo que pedí pero compartí contigo la almohada pequeña de una cama de una plaza en una casa en medio de la nada. Nunca te dije lo que pedí, pero si llegas a leer esto, sabrás exactamente lo que quiero que la vida me conceda.

Tu tiempo llegaba y era difícil mirarte sin sentir un nudo en la garganta y la desesperación de no poder detener el tiempo. Muchas veces escapé de tu presencia para llorar un poco y luego, ensayar sonrisas para que no te dieras cuenta. Nuestro último fin de semana, el más dulce y el más amargo. "El mundo no es tan grande", entre besos y lágrimas. Aunque no hubo promesas, hubo esperanza. Hay esperanza. Luego una cevichería y el tiradito más triste del mundo. Tú y yo de la mano -"gracias por el tiempo"- camino a la estación. Besos, abrazos y te alejaste regalándome la misma sonrisa que me diste cuando te conoci un mes atrás (o una vida atrás?).

Te fuiste. La casa quedó inmensa y vacía, triste y sola. Traté de seguir por un tiempo nuestros rituales para aliviar el peso de tu ausencia y acariciar la nostalgia. Un par de cigarrillos en la oscuridad de la noche, mirando nuestro cielo con estrellas y la luna inmensa, siempre sumándole 7 horas a mi vida para igualarme a la tuya. Poco después ya no me quedó fuerza ni corazón para soportar la llegada de la noche y ver nuestros lugares vacíos. Me fui.

Ahora, los dias, tardes, noches y madrugadas que pasamos juntos me persiguen. Ahora quisiera ver de nuevo el pedacito de cielo del sur que tienes bajo la frente, escuchar tu risa rompiendo el silencio de mis noches, sentir tus manos y tu cabeza apoyada en mi hombro. Dormirte, verte dormir. Despertarte, verte despertar. Verte.

Tiempo al tiempo. Mientras tanto, guardame contigo y no me dejes ir. Piensa en mi un poquito. Te envío besos en la punta de la naríz, en la cicatríz pequeña de tu barbilla, en tu nuca bronceada por el sol y el trabajo, en tus manos, en tu ombligo grande y en los huesos salidos de tu hombro. Voy a dormir ahora, nos vemos en mis sueños, meine liebe.